Trump es uno de esos presidentes hacen mucho ruido. Mucho ruido, pocas nueces, como dice el vocablo popular.
Yo no estoy todavía convencido de que el realmente tenga un aprecio o afán auténtico sobre Bitcoin o las otras monedas alternativas que se pueden encontrar en el mercado y que ya el tiempo les ha puesto en un lugar de confianza para la mayoría de los inversionistas. Para muestra un botón, solo se tiene que ver la forma en que deliberadamente lanzó su moneda meme a pocas hora de que se diera su ignauguración como presidente de los Estados Unidos y empezara a firmar órdenes ejecutivas una detrás de otra. Solo es otro esquema más de Trump para aprovecharse de la esperanza y las expectativas que la comunidad de los libertarios tiene en él.
Al final del día, a él no le importa mucho eso de mantener la privacidad como derecho fundamental de los ciudadanos o el destino de los batidores de frutas como modelo de negocio. Solo empezó a hablar bien de Bitcoin luego de que entendió que la comunidad podría brindarle votos a favor, que el partido demócrata había olvidado e ignorado por mucho tiempo.
Oportunista, bocazas, mamarracho... a Trump le han llamado de todo, y en la mayoría de ocasiones con incido. Trump ha sabido dónde encontrar casi un millón de votos y además ganarse a la comunidad cripto liberando a Ulbricht. Todo esto me llamó mucho la atención, sabiendo que en 2018 (aproximadamente) Trump dijo públicamente que Bitcoin era una amenaza para el dólar y una estafa, y no, no es un cambio de opinión, es decir lo que casi ese millón de votos quería oír antes de decidir su voto.
En cuanto a su token y el token de su mujer, que puedo decir... Me da vergüenza y asco a la vez, pero lo que no deja de sorprenderme es que la gente, los inversores, compren semejante basura inútil. Ahora, alguien podría decirme que es solo por el beneficio económico y probablemente sería cierto, pero creo que incluso por encima del beneficio económico, debería de haber algo, quizá un poco de ética, pero que sabré yo...